

El 31 de agosto, Luciano y Franco Palace tomaron el tren a Bragado desde Haedo como es habitual. De entrada pasó algo anormal: la formación arribó a horario a la estación. Sorpresa, si... pero mejor. Otra cosa que llamó la atención fue que el tren tenía menos vagones que de costumbre, lo que hacía preveer que no habría donde apoyar el culo, y así fue. Un quilombo para sentarse hasta que se encontraron dos asientos de 3 plazas. Perfecto. Patas estiradas y todo. Hasta Luján una pinturita, pero... en la ciudad de la Virgen subieron dos especímenes nunca vistos que justo (creemos que fue la propia virgen la que hizo eso posible), ingresaron a nuestro vagón y se sentaron al lado de Franco, de frente a Lucho. La pinta era lo de menos (desagradable mal), lo que tornó la situación insostenible fue que en cuestión de segundos, un olor a pozo resumidero inundó el lugar. Franco lo miraba a Luciano y Luciano lo miraba a Franco. Era asqueroso, y lo peor es que los hediondos humanos recién llegados se hacían los pelotudos a mas no poder. Franco, con optimismo, tira un: "por ahí en Mercedes...", como diciendo: con esa pinta y ese olor no pueden ir muy lejos. Error. Luciano mira una especie de cartera que portaba el pseudo mandril ubicado al lado de Franco y para desgracia de él, ve una calco que decía: "Bragado, toda la vida". Dios!!!... que leche. No se podía respirar y Luciano quería darle las malas nuevas a Franco. En eso Palacios lo mira y Lucho le hace señas. Cuando Franco reacciona, ve la calco y suelta un : JODEMEEEEE!!! Luciano se descostillaba de la risa. A todo esto los olorosos como si nada. Encima el que estaba junto al pasillo tenía la mitad de la cara con globos blancos y le faltaba la piel. Era como un viaje en tren... pero fantasma. Indefectiblemente los muchachos levantaron campamento y se fueron a otro vagón. Parados hasta Suipacha. Se divisó un asiento de 3 donde estaba un viejo. Franco se sentó y cuando Luciano se disponía a hacerlo, ve a 2 muchachas muy acarameladas en el asiento de atrás. Enseguida se lo comunica a Franco, pero el incorruptible Palacios decide no ver y marcharse a otro sitio. En Chivilcoy consiguen lugar y todo se torna llevadero, o casi. El olor de los reptiles todavía no se iba de sus fosas nasales. En fin, viaje raro, sobre todo si tenemos en cuenta que el tren llegó a horario...
Fotos: Luciano Aylagas
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